Ubicado en el estado de Querétaro, el conjunto habitacional del nido. Nace a partir de la idea crear un espacio seguro, ameno donde se puedan disfrutar el concepto de hogar y donde se puedan desarrollar los vínculos de confianza, amistad y fraternidad. 

El proyecto consta de nueve residencias, cada una de ellas con un área aproximada de 1,000 metros cuadrados, un área común que esta dividida entre espacio construido con áreas verdes y un circuito de andador perimetral que funge como elemento estructural. Desde su etapa conceptual, se establecieron criterios de diseño para poder crear un conjunto armónico desde su interior, así como con el lenguaje arquitectónico predominante en Jurica.  

El reto a la hora de diseñar los diferentes diseños fue amplio, pues desde el inicio, se estableció que la arquitectura de paisaje debía tener un peso específico y que cada una de las residencias, debía de contar con una importante cantidad de metros cuadrados de área verde. Por lo que el diseño arquitectónico y paisajístico fue realizado a la par de cada residencia, permitiendo verdaderamente contemplar el espacio abierto, como una parte del programa arquitectónico y no como el espacio residual al término del proyecto. 

 Al momento de realizar las entrevistas, los usuarios brindaron sus inquietudes y necesidades para cada uno de sus espacios, es importante mencionar que las residencias cuentan en su mayoría con un jardín frontal, pasillos laterales (pueden o no ser solo de servicio), jardines o terrazas centrales, un jardín principal, terrazas, balcones y en el caso de la casa 4, una azotea verde. Escucharlos nos permitió conocerlos más a detalle, quienes integraban el núcleo familiar, que actividades hacían o deseaban realizar para generar un proyecto único para cada cliente, sin perder la óptica de imagen de conjunto que era parte esencial de lo proyectado desde el inicio. 

En el caso del área común, se diseño un espacio para la interacción de los usuarios, las vistas generadas desde el interior del área común invitan a la realización de las actividades en el exterior, en esta zona, se crea un agradable microclima, gracias al arbolado el cual, se buscó conservar para mitigar las ondas cálidas características de la región, además de generar una imagen de jardines más establecidos.  

Cada espacio cumple con el propósito establecido, los huertos fueron destinados en las zonas con mayor cantidad de iluminación, se proyectó que cada una de las residencias, contara con una importante área de césped para los juegos de los niños o actividades sociales, en las zonas donde no se encontraban las condiciones adecuadas para la colocación de césped, se utilizó material permeable, como el estabilizador de grava o adoquín. 

La separación de la vegetación contra los acabados, se realizo a partir de soleras metálicas que seguían tanto formas curvas, como geométricas, pero fue un elemento unificador, como parte de los criterios de diseño. En las zonas de media sombra o sombra total se diseñaron jardines con helechos, donde la imagen que se generó entre la piedra de las bardas y las piñanonas creo remates visuales sumamente interesantes. 

Para la zona exterior, también se realizo un planteamiento de uso de buganvilia de tres tonalidades en su forma de arbusto, el clima idóneo de la región a permitido al paso del tiempo crear un abanico de color en el espacio determinado como estacionamiento de visitas, donde se perdió el volumen y las alturas de las bardas.