El proyecto del primer bar de vinos ganadores del Concours Mondial de Bruxelles en México tenía muchos retos que superar para cristalizar el concepto de sus creadores, un lugar en donde se exhibieran cada año miles de etiquetas de más de 50 países, que además se pudieran catar y maridar con una buena comida. Dirigido a amantes y profesionales del vino en donde los productores ganadores dieran a conocer sus mejores caldos.

Situado en una vieja casona porfiriana de la colonia Juárez, CDMX, con interiores muy oscuros dispuesta en tres niveles, este bar debía ofrecer la exposición de al menos 700 etiquetas, pero con una meta de crecimiento para poder mostrar hasta 3,000 diferentes. Inspirado en el concepto de un piccadilly pub británico de ambiente relajado, la propuesta de Alejandra Medina y Fernanda Ariola fue crear un bar que ofreciera al usuario toda la experiencia del vino de principio a fin, hacer del entorno un centro de diálogo y exploración vinícola. Todo lo anterior tenía varios retos, además de llegar a un presupuesto adecuado, el diseño debía resaltar sin afectar los vinos con la luz y sobreexposición, generar distintos ambientes para poder desarrollar al mismo tiempo catas, reuniones de negocio y atención de comensales en general.

Dividido en 6 zonas. La recepción, con luz natural que hace la transición entre el salón y la enoteca ahí encontramos un muro que exhibe distintas recomendaciones de copeo por semana. El primer salón que se percibe íntimo y acogedor con iluminación puntual hacia las mesas y en la contrabarra, aquí resaltan las repisas con copas y columnas recubiertas de corcho y exhibición de botellas. El salón Ningxia, un espacio con iluminación roja, dedicado al vino de origen chino, ambientado de acuerdo con la estética tradicional de este país en donde resaltan elementos como los jarrones o la textura de escamas de dragón que logran una envolvente mística oriental. Una barra de té diseñada para disfrutar de las mejores selecciones de hojas de la Escuela Mexicana del Té. La Enoteca o wine library con un espacio central a doble altura, en donde percibimos tres escenas de luz, el reto principal fue la preservación del vino evitando iluminarlo directamente y al mismo tiempo darle gran presencia y carácter al espacio. La escalera es un elemento de transición iluminado en donde se exhiben copas y decantadores a través de la cual se asciende a la planta alta en donde se buscó conservar el plafón de madera como elemento arquitectónico para ello se intervino solo en puntos precisos para colocar luminarios discretos y eficientes.

El resultado fue tan exitoso que se han seguido agregando espacios dedicados a ciertas regiones o marcas, como es el caso del recientemente inaugurado para vinos de Guanajuato. La paleta de color y textiles elegidos para cada zona nos ayudan distinguir los distintos espacios, el mobiliario fue propuesto para convocar a diferentes tipos de reunión o de actividades. Para que todo esto funcionara y resaltara fue importantísimo el diseño de iluminación que estuvo a cargo del arquitecto Carlos Carreño, socio fundador de BCA taller de diseño. Sin duda este es un lugar que hay que visitar para poder apreciar los cambios de decoración, las soluciones que con sencillez e ingenio se procuraron.