¿Qué celebramos hoy en el Día del Arquitecto?
Más allá de los problemas que enfrentamos —clientes que no valoran nuestro trabajo, proveedores que fallan, proyectos que se retrasan o softwares que complican más que ayudar—, este día no debería quedarse en quejas o en una fiesta exclusiva para unos cuantos.
Nuestra profesión merece algo más: merece ser reconocida por su verdadero valor, por el impacto que tiene en la vida de las personas y en la forma en que habitamos el mundo.
En lugar de alimentar egos o repetir dinámicas que poco aportan, deberíamos crear espacios donde el usuario experimente lo que realmente significa la arquitectura: un oficio al servicio de la vida, de la dignidad y de la calidad del día a día.
Como dijo Alvar Aalto: “Deberíamos trabajar por cosas sencillas, buenas, sin adornos, pero que estén en armonía con el ser humano y se adapten orgánicamente al hombre común y corriente”.
Ese debería ser nuestro propósito: mejorar la calidad de vida del ser humano. No como un acto de vanidad, sino como la misión más noble de nuestra profesión: ser una herramienta para conectar con la vida.
Opinión de:
Fabián Del Valle



