Cuando la arquitectura se queda en lo superficial
En muchas ocasiones nos preguntamos: ¿para qué se crean los espacios efímeros?
¿Son una invitación a reflexionar o simplemente soluciones rápidas para una actividad pasajera?
Al observar algunos resultados, pareciera que se trata más de acciones que buscan elevar el ego de ciertos profesionales o de los organizadores, que de generar un verdadero impacto.
En otros casos, estos espacios se presentan como oportunidades de presencia de marca. Sin embargo, rara vez cumplen su propósito: no hay personas que atiendan las necesidades comerciales, que expliquen para qué sirve el producto o, al menos, que lo muestren en un contexto bien aplicado.
También se habla de “hacer ciudad”. Pero hacer ciudad no significa únicamente montar instalaciones efímeras y estéticas. Hacer ciudad implica generar participación, diálogo y aprendizaje, evitando que la gente se quede con la gran interrogante: “¿para qué sirve eso?”.
Como profesionales, deberíamos preguntarnos:
- ¿Por qué muchas personas piensan que somos egocéntricos?
- ¿Realmente entienden lo que hacemos los arquitectos y diseñadores?
- ¿Nos consideran honestos en nuestra labor?
Es difícil que la sociedad nos tome en serio cuando, en algunos eventos públicos, no mostramos lo que realmente somos ni participan las voces que de verdad están interesadas en los habitantes. Recordemos que vivir la ciudad no se limita al Centro, La Condesa, La Roma, Chapultepec o Polanco; existe mucha más ciudad que, con urgencia, necesita de la intervención de profesionales.
Quizá la verdadera pregunta no sea si los espacios efímeros deben existir o no, sino cómo logramos que se conviertan en herramientas de aprendizaje, diálogo y transformación. Más allá de una fotografía atractiva o de un evento de fin de semana, deberían dejar huella en quienes los habitan y ayudarnos a recuperar la confianza de la sociedad en el valor de la arquitectura y el diseño.
Opinión de:
Fabián Del Valle
